Me planteo desarrollar la siguiente cuestión: ¿Pueden pensar las máquinas?
Con esta sugerente frase comenzaba el artículo “Computing Machinery and Intelligence”, que podríamos traducir como «Máquinas de computación e inteligencia«, publicado por Alan Turing en el número de octubre de 1950 de la revista de filosofía británica Mind.Aquí se trató por primera vez la cuestión de la posible existencia de una inteligencia artificial y propuso su famoso experimento, desde una visión positivista, considerando que si una máquina se comporta en todos los aspectos como inteligente, entonces debe ser inteligente.
Tras la propuesta de la histórica pregunta, Turing propone revisar los conceptos «máquina» y «pensar». Definir el primero no plantearía problemas irresolubles, de hecho el concepto de máquina de Turing ya había sido definido por él, y podría ser una acepción válida. Para el segundo, por el contrario, la cosa no es tan sencilla, por lo que, en su lugar, propone cambiar la pregunta por otra alternativa.
La base del cambio proviene de un juego social de la época, el juego de la imitación. Recordemos que en los años 50 del pasado siglo no existían los juegos de rol, la televisión, ni Internet, por lo que para las reuniones sociales debían existir entretenimientos alternativos. Este juego necesita tres personas, un hombre, una mujer y un interrogador. El interrogador se queda en un cuarto, separado de los otros dos. Para él, el objetivo del juego es determinar cuál de los otros dos es el hombre y cuál la mujer, por medio de preguntas, y los resultados, bastante tópicos, de las respuestas.
La traslación propuesta sería: ¿Qué pasaría si una máquina tomara un papel en este juego y un humano otro?. ¿Decidirá el interrogador acertadamente con igual frecuencia, si el juego se desarrolla de esta manera, que como cuando es jugado por un hombre y una mujer? Esta nueva formulación serviría para responder nuestra pregunta.
Así, la nueva cuestión que nos planteamos es: ¿Puede una máquina simular el comportamiento humano y ser indistinguible? Está claro que todo el mundo convendrá en que una máquina puede “simular” a un ser humano, no hay disputa en eso. La cuestión clave es que si la simulación se hace de una manera tan eficaz, que es indistinguible de un pensamiento “auténtico” para un observador externo, entonces, ¿Cuál es la diferencia?
De acuerdo al principio de identidad de indiscernibles, también conocido como Ley de Leibniz, sabemos que no pueden existir dos cosas diferentes, idénticas entre sí. Luego podríamos concluir que una inteligencia artificial indistinguible de una humana, necesariamente debe ser idéntica.
Tras su presentación, Turing analiza una batería de posibles objeciones a su propuesta, en concreto, las siguientes:
Tras el análisis de las objeciones, Turing reconoce que sólo presenta argumentos negativos, y que carece de argumentos positivos para validar su sistema. Apunta, sin citarlo expresamente, a que la inteligencia podría definirse atendiendo al emergentismo, como una “propiedad emergente” de la complejidad del procesamiento. En ese sentido, y si bien Turing no entra de lleno a defender estas tesis, parece que acepta una visión materialista, en base a que el cerebro humano funciona con señales eléctricas y químicas, y así, el suponer que estas señales no pueden ser reproducidas, sería aceptar que existe algo no material (dualismo) que imposibilitaría la reproducción. Si no aceptamos la existencia de entes inmateriales, por ejemplo un “alma” inmaterial en donde residiera dicha propiedad del pensamiento, forzoso es aceptar que no existen razones que eviten su posible reproducción. Así, podríamos aceptar que la propiedad de pensar puede ser reproducida como ya lo fue en el pasado la propiedad de volar, y si bien el propio Lord Kelvin, en 1895 dijo que la navegación aérea era de todo punto imposible, los hermanos Wright realizaron el primer vuelo a motor pocos años después, en 1903.
Según Turing, toda función computable por la naturaleza humana es computable por su ‘máquina universal’, de ahí, no hay nada humano, incluido el pensamiento, que no pueda ser reproducido por una máquina, por una máquina pensante (‘thinking machine’). El ‘test de Turing’ venía a dar respuesta acerca de la capacidad de las máquinas. Desde una posición claramente conductista, los comportamientos aparecían directamente guiados por estímulos concretos. Por consiguiente, las pautas de la conducta y de la acción podrían ser codificadas, memorizadas y reproducidas a través de respuestas sujetas a la lógica causal. La complejidad, los lenguajes máquina, los conceptos de algoritmo y programa, las funciones de memoria, la noción de inteligencia artificial, subyacen en la visión de Turing.
Aquí podemos remarcar una entrevista con Gary Kasparov tras su derrota en el campeonato de ajedrez frente al computador Deep Blue. Se le preguntó si creía que la máquina pensaba, a lo que contestó: “Pensar no, sin embargo mostraba un comportamiento inteligente, comprendía la estrategia”. Es decir, la inteligencia siempre será un blanco móvil, en el que, si se alcanza un hito, siempre se podrá poner otro superior.
Este juego de la imitación se denomina, desde su propuesta, como Test de Turing. Sobre él se ha escrito mucho, desde el ámbito de las matemáticas, de la filosofía, la religión, e incluso, la literatura, sobre todo en ficción científica. Recordemos, por ejemplo, el film de Ridley Scot, Blade Runner, donde un magnífico Harrison Ford, en el papel de Rick Deckard, cazador de androides, efectúa pregunta a pregunta a los sospechosos, hasta determinar si son humanos o replicantes. El, así denominado en la película, test Voigt-Kampff que emplea el agente Deckard sería una variante del test de Turing.
Al día de hoy, el Test de Turing no ha podido ser pasado por ninguna máquina. Una aplicación práctica de este hecho se utiliza para la eliminación de accesos automáticos en páginas web. Los Test de Turing Inversos, o CAPTCHAS se han convertido en práctica habitual. La prueba más común consiste en introducir un conjunto de caracteres que se muestran en una imagen distorsionada. Se supone que una máquina no es capaz de comprender e introducir la secuencia de forma correcta, por lo que sola mente un ser humano podría hacerlo. Son comunes en creación de cuentas de correo y de usuario, por ejemplo Messenger, Google, Yahoo, etc.
El pensamiento de Turing comprende un amplio campo de reflexión, ya que su concepción de las máquinas inteligentes, expuesta en su trabajo supone una visión científica y filosófica que está en el origen de las grandes transformaciones que darán lugar a la idea de una sociedad tecnológica de la información. Las reservas y críticas a sus planteamientos no se hicieron esperar, pero su visión del futuro le llevó a proyectarse al año 2000 cuando, según su previsión «el empleo de las palabras y la opinión académica habrá variado y se podrá hablar de máquinas pensantes sin que se produzcan descalificaciones».
Desde el mencionado año 2000, en que se cumplió el 50 aniversario de la propuesta del test, y año en el que Turing predijo que el mismo se pasaría, se celebra una competición para elegir el mejor programa. El Premio Loebner, con un formato de la competición que sigue el estándar establecido en el test de Turing. Un juez humano se enfrenta a dos pantallas de ordenador, una de ellas que se encuentra bajo el control de un computador, y la otra bajo el control de un humano. El juez plantea preguntas a las dos pantallas y recibe las respuestas. En base a las respuestas, el juez debe decidir qué pantalla es la controlada por el ser humano y cuál es la controlada por el programa. Se ofertan tres premios, una medalla de bronce anual, para el programa más parecido a un ser humano de los presentados cada año. Una medalla de plata que se otorgará una sola vez, para el primer programa en el que los jueces no logren distinguir de un ser humano, por medio de una pantalla de texto, este premio aún no ha sido concedido. Y finalmente, una medalla de oro, que también se otorgará una sola vez, para el primer programa indistinguible y que use interfaces visual y auditivo.
El ganador del año 2011 fue el programa Suzette, creado por Bruce Wilcox, mientras que el de 2008, Elbot, logró engañar al 25% de los jueces. La edición de 2012, que será durante las conmemoraciones del año de Turing, tendrá lugar en Bletchley Park.
Para finalizar este post, al igual que lo comenzamos con la frase con la que empieza su célebre artículo, también parece apropiado finalizarlo con las que lo cierra, que son:
No podemos ver más que a una corta distancia delante de nosotros, pero podemos ver, con claridad, que hay mucho por hacer.